Las personas que tienen un problema de consumo de sustancias (como tabaco, alcohol, cannabis, cocaína, entre otras) o una conducta adictiva (como el juego, las compras o el sexo compulsivo) suelen experimentar un fenómeno conocido como craving. Este término anglosajón hace referencia a un deseo intenso, anhelo o urgencia por consumir una sustancia o realizar una conducta.
El craving está profundamente implicado en el inicio, el mantenimiento y las recaídas en los problemas adictivos. Es mucho más que un simple «antojo»; se trata de un proceso complejo y poderoso.
Un fenómeno multidimensional
Según el modelo propuesto por Tiffany (1990), el craving es un fenómeno multidimensional que involucra aspectos fisiológicos, cognitivos, emocionales y conductuales. Puede ser desencadenado por señales internas (como pensamientos, emociones, ansiedad o síntomas de abstinencia) o externas (lugares, personas, objetos o situaciones vinculadas al consumo).
Este impulso puede llegar a ser tan intenso que motiva a la persona a repetir la conducta adictiva como forma de aliviar el malestar emocional, obtener placer o recuperar el control.
El papel de la mente: cómo se intensifica el deseo
Desde la perspectiva de la Teoría de la Elaboración del Deseo (Kavanagh, Andrade y May, 2005), el craving no es solo una reacción automática del cuerpo: es un proceso cognitivo activo. Todo comienza con un pensamiento intrusivo, una imagen o idea que aparece de forma inesperada. A partir de ahí, la persona empieza a elaborar mentalmente esa imagen: la recrea, la intensifica, la visualiza con todos sus detalles sensoriales y emocionales.
Una analogía útil sería la de ver una película de terror: aunque sabemos que no es real, las imágenes y sonidos activan una respuesta emocional auténtica. Con el craving ocurre algo similar: el cuerpo y la mente reaccionan como si el consumo fuera inminente, incluso cuando solo se trata de un pensamiento.
Un ejemplo práctico
Imaginemos a una persona con problemas de juego que pasa frente a un salón de apuestas. Al verlo, le surge el pensamiento automático: “Qué bien si me tocara algo de dinero”. A partir de ahí, su mente empieza a recrear la experiencia: el sonido de la ruleta, las luces, la emoción de ganar, y todo lo que podría comprar con el premio. Cuanto más alimenta esa fantasía, más aumenta el deseo. Finalmente, se justifica a sí mismo: “Sólo voy a jugar un poco, ya puedo controlarlo”. Esto puede llevarle directamente a una recaída.
¿Qué hacer frente al craving?
Reconocer el craving a tiempo es el primer paso para no dejarse arrastrar. Algunas estrategias útiles son:
- Alejarse del estímulo o entorno que lo ha activado.
- Realizar una actividad distractora que rompa la cadena de pensamiento.
- Pensar en las consecuencias negativas del consumo o de la conducta.
- Hablar con alguien de confianza sobre lo que se está sintiendo.
- Recordar que el craving, como cualquier emoción, es pasajero: si no se alimenta, desaparece por sí solo.
En nuestro centro, ayudamos a las personas a reconocer, comprender y gestionar el craving, con herramientas terapéuticas basadas en la evidencia. Porque prevenir una recaída empieza por entender cómo funciona el deseo y recuperar el control sobre nuestras decisiones.