El desarrollo del lenguaje ¿en qué tiempo estás?

21 de marzo de 2024
El desarrollo del lenguaje ¿en qué tiempo estás?

Aún es pequeño. No te preocupes. Ya hablará bien”.

Todavía hoy es frecuente escuchar este tipo de respuestas cuando unos padres preguntan a su entorno cercano (familiares, amigos, maestros). Sobre si es o no preocupante el modo en que habla su hijo.

No hay duda de que mayoritariamente, a través de esa respuesta, se pretenda transmitir calma, tranquilidad y esperanza a unos padres posiblemente angustiados.

Sin embargo, este pensamiento lego, no carente de buenas intenciones, se asienta en la intuición, pero está exento de rigor científico.

Sabemos que existen periodos críticos del desarrollo. Se trata de tiempos evolutivos óptimos para que se desarrollen ciertas habilidades de manera natural. Sin embargo, estos espacios temporales, son intervalos precisos y limitados. De modo que, más allá de ese tiempo cronológico, difícilmente se adquirirá dicha habilidad, o lo hará requiriendo un mayor esfuerzo.  Además, el grado de dominio alcanzado será inferior al que podría haber sido logrado si se hubiera desarrollado dentro de esa ventana de tiempo.

La adquisición del lenguaje también depende de sus propios períodos críticos o sensibles. En concreto, el desarrollo fonológico cierra su ventana de oportunidad alrededor de los seis años. De ahí que, cuando nos embarcamos en el aprendizaje de una segunda lengua en una edad posterior, presentemos dificultad para aprender el reconocimiento y producción de algunos de sus sonidos característicos.

Resulta incuestionable la importancia de rentabilizar estos márgenes temporales lineales, cronológicos, estrechos y limitados. Ante esta tesitura, cuando existe incertidumbre sobre la evolución del desarrollo del lenguaje de un niño, la mejor alternativa es consultar a un profesional que informe, asesore y guíe.

Sin embargo, para los antiguos griegos el concepto tiempo no tenía un significado unívoco. En la cultura helénica se empleaban dos términos diferentes para referirse a este concepto; hablaban del tiempo Cronos y del tiempo Kairós.

Cronos es el tiempo que medimos cuantitativamente, el que nos marcan las agujas del reloj, es un tiempo secuencial que se consume y se desvanece. Se vincula en la mitología griega con el dios Cronos. Quien devoró a sus hijos movido por una profecía que anunciaba que uno de ellos le destronaría.

Kairós, en cambio, alude a un tiempo vital cualitativo, un momento que resulta adecuado, oportuno y significativo para una llevar a cabo una acción determinada. Kairós es un tiempo de calidad, es el tiempo de la oportunidad, el momento preciso para tomar decisiones transformadoras en nuestras vidas. Este dios griego de pequeña estatura, se representa con alas en los pies y una cabeza calva de la que cuelga un largo mechón de pelo. Según la mitología griega, la persona tendría suerte si era capaz de agarrarle de esa porción del cabello en el momento oportuno. De lo contrario, la oportunidad se perdía.

Si trasladamos al ámbito logopédico el tiempo cronos y el tiempo kairós, nos encontramos que, la consideración del primero actualmente no se cuestiona en entornos profesionales. La importancia de la detección precoz en los trastornos del lenguaje, la comunicación y el habla ha ocupado numerosas publicaciones científicas.

Ante esta premisa, el razonamiento deductivo nos impulsa a no cuestionar la necesidad de que los profesionales comuniquen a los padres la existencia de un desfase en el desarrollo de las habilidades lingüísticas de su hijo. Sin embargo, ¿consideramos los logopedas el tiempo kairós de estos padres cuando transmitimos esa noticia? ¿tenemos en cuenta si se encuentran en un momento idóneo para recibirla? ¿valoramos cómo van a procesarla? ¿consideramos en qué momento vital se encuentran?

Los logopedas, al igual que los demás profesionales sanitarios, precisan no solo de conocimientos científicos suficientes y actualizados, sino también de habilidades terapéuticas para tratar con sus pacientes. Los actuales modelos de atención sanitaria, otorgan al paciente un rol activo. Y le confieren potestad para tomar decisiones acerca de sus propios procesos de salud. Este nuevo modo de relación entre profesional y paciente requiere que el logopeda disponga de habilidades comunicativas y empatía para ofrecer una atención de calidad a las personas que atiende.

Dentro de este marco de actuación humano, debe entrar en juego la capacidad del profesional para entender cómo recibe su interlocutor la información que transmite. Posiblemente, esa misma noticia no será percibida con idéntica carga afectiva en un momento vital diferente por esa persona.

Parece indiscutible que el logopeda debe ofrecer información veraz a sus pacientes sobre sus procesos de evaluación e intervención. Y trasladarles también la importancia del tiempo cronos en el entorno clínico. Sin embargo, también es innegable que, si el profesional se cuestionara el cómo, el cuánto y en la medida de lo posible el cuándo de las noticias que transmite, obtendría un mayor beneficio. Que repercutiría en última instancia sobre la salud del propio paciente, bien a través de un mayor grado de participación en el tratamiento, o bien, a través del establecimiento de un vínculo  basado en la confianza y la empatía.

Brindar una atención de calidad al paciente exige por tanto, que el logopeda despliegue habilidades terapéuticas para acompañar de manera cercana y comprensiva a las personas que atiende. Y se ejercite en virtudes como la empatía y la prudencia. Habilidades que serán sus aliadas para atender las necesidades y expectativas de sus pacientes y poder de ese modo aprovechar al máximo su tiempo kairós cuando este llegue.

Recuerda que en Perelló Psicólogos disponemos de profesionales que pueden ayudarte en esta área.

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