La monetización en los videojuegos y sus peligros

La monetización en los videojuegos y sus peligros

Los videojuegos han llegado para quedarse. Forman parte del entretenimiento de gran parte de la población y para muchos incluso se han convertido en una forma de vida e incluso en su trabajo. 

El gras interés que suscitan y el consumo que se hace de ellos ha contribuido a que haya una gran proliferación en el desarrollo de videojuegos y que podamos tener videojuegos de tanta calidad y tan variados, pero también ha contribuido a que sean una oportunidad de negocio que muchas empresas no han dejado pasar. 

De manera tradicional, los videojuegos eran productos que se adquirían pagando un precio por ellos, por ejemplo, comprando el cartucho o disco físico para una videoconsola, pero con el avance de la industria y lo digital esto ha ido cambiando. 

El origen de la monetización en los videojuegos

Fue allá por el 2006 cuando Bethesda sacó a la venta una armadura de caballo que podías comprar por 2,50€ en el juego de The Elder Scrolls IV: Oblivion, un juego por el que ya se pagaba un precio completo. Desde entonces las cosas han cambiado mucho.

En el panorama actual existen bastantes maneras distintas en las que una empresa monetiza un videojuego, siendo algunas más éticas y proconsumidor, y otras menos éticas y que pueden incluso conllevar un riesgo para el usuario. 

La primera diferenciación que se puede hacer es como se accede al juego, habiendo varias formas:

    • Juegos de pago único, en el que tras adquirirlo se puede jugar a su contenido, que sería la forma tradicional por la que se adquieren videojuegos. Ejemplos de este tipo serían la saga Assassin’s Creed o The Legend of Zelda, entre muchos otros.
    • Juegos “Free2play, en los que acceder y jugar al juego es gratuito, teniendo normalmente compras dentro del propio juego. Un ejemplo de este caso sería Fortnite: Battle Royale, o Call of Duty: Warzone.
    • Juegos con membresía en los que para seguir jugando hay que pagar una mensualidad, normalmente entre los 10 y 15 euros. Ejemplos de estos juegos serían World of Warcraft o Final Fantasy XIV.

Una vez se accede al videojuego, dentro de los menús del mismo se puede encontrar una tienda en la que suelen haber compras de diferentes tipos, diferenciando mayoritariamente entre si son expansiones o microtransacciones. 

¿Cómo son estas transacciones de los videojuegos?

En primer lugar, se podría considerar expansiones a aquellas compras dentro de un videojuego cuyo objetivo es añadir contenido extra que alargue o mejore la experiencia de juego, como por ejemplo añadiendo o alargando la historia del videojuego. Este caso sería el tipo de monetización menos problemático, ya que se paga por contenido que normalmente alarga el disfrute del mismo. Utilizando como ejemplo el Assassin’s Creed Valhalla, que tiene una campaña principal de unas 61 horas aproximadamente, comprar la expansión de “Wrath of the Druids” añadiría una campaña de 8 horas extra. 

Por otro lado, las microtransacciones se pueden dividir en varios tipos: microtransacciones genéricas, cajas de botín y el género de videojuego gacha, pero generalmente se pueden definir como compras de bajo coste dentro de un videojuego por las que se pueden recibir mejoras u objetos pudiendo ser cosméticos (simplemente visuales, que no alteran las mecánicas del juego) o no serlo, dando al jugador que lo adquiera una ventaja sobre el resto.

La clave

Algo que conviene explicar cuando hablamos de las microtransacciones es el fenómeno FOMO (Fear Of Missing Out), que se traduciría como “miedo a perderse algo”, es algo de lo que se aprovechan como táctica de marketing al crear una urgencia falsa, poniéndole un tiempo límite a las microtransacciones o cajas de botín que se pueden adquirir, para que se tenga la sensación de que si no se adquiere el artículo se pierde la oportunidad de hacerlo. 

En la microtransacción genérica, en contraposición a las cajas de botín y el género gacha que explicaremos más adelante, siempre se sabe lo que se va a adquirir, como sería el caso de la tienda del Fortnite: Battle Royale, en la que puedes ver los artículos disponibles y adquirirlos por dinero real. 

En cuanto a las cajas de botín o lootboxes consisten en cajas sorpresa que habitualmente se compran por dinero real y que se suelen dar de manera gratuita de manera periódica, siendo más frecuentes al inicio y mucho más escasas cuanto más avanzas en el juego. Según el juego, en su interior pueden contener elementos cosméticos o mejoras para el juego, obteniendo una recompensa de manera aleatoria y que suele variar en rareza y calidad. 

En cuanto al género gacha, son videojuegos que basan una parte importante de sus mecánicas en un subtipo de las cajas de botín, siendo en este caso las recompensas aleatorias personajes importantes o elementos clave del progreso del videojuego, haciendo de las recompensas aleatorias algo central. En este caso tenemos ejemplos como Genshin Impact y una gran cantidad de juegos de móvil. 

Conclusión

Finalmente, se puede concluir con que los dos casos de monetización más peligrosos para el usuario son las cajas de botín y el género gacha, ya que por su sistema de recompensas aleatorio y su manera de incentivar el gasto de dinero en ellas, se parecen mucho a los mecanismos de las máquinas tragaperras, constituyendo un programa de refuerzo variable, cuya incertidumbre de no saber cuando va a tocar un objeto de alto valor hace que la respuesta de comprar cajas se mantenga más en el tiempo. 

Si tienes dudas de si tú mismo o alguien de tu entorno está haciendo uso problemático de los videojuegos, en PERELLÓ PSICÓLOGOS tenemos profesionales que pueden ayudarte. 

Adicción al porno, qué es y cuáles son sus consecuencias

Adicción al porno, qué es y cuáles son sus consecuencias

La adicción al porno como cualquier conducta adictiva se caracteriza por el necesidad compulsiva de acceder a contenidos pornográficos (imágenes, videos, chats, etc.), interfiriendo en la vida de la persona de forma significativa, causando consecuencias negativas y,  pesar de estas consecuencias, la persona sigue consumiendo porno. 

La persona puede hacer intentos para dejar de ver porno pero fracasa, también después de acceder a los contenidos pornográficos la persona se siente culpable. La culpabilidad viene de que la persona con esta adicción cada vez necesita contenidos más fuertes para lograr la excitación inicial que notaba, y muchas veces se accede a contenidos que cruzan líneas morales para la persona, por ejemplo acceder a contenidos de pornografía relacionados con la zoofilia, pedofilia, etc. 

¿Es una verdadera adicción?

Aunque no está catalogada en los manuales diagnósticos como adición sí que podemos decir que es una adicción porque la excitación que produce ver porno, así como la propia masturbación que la acompaña, incide en la liberación de dopamina en el cerebro, pudiendo afectar a los lóbulos prefrontales que se encargan del control de impulsos, entre otras funciones.

También aparece un deseo irrefrenable (craving) que genera mucho malestar que se alivia y refuerza con el consumo de porno.

Además, al igual que cualquier droga, el adicto necesita consumir cada vez más para conseguir los efectos iniciales de bienestar. En el porno se materializa en la búsqueda de contenidos pornográficos cada vez más fuertes, más variado y durante más tiempo para lograr excitación sexual.

También cumple los cuatros criterios básicos de una conducta adictiva, que son:

      • Obsesión: haciendo referencia a estar pensando continuamente en ver pornografía y/o pensar en qué momento se va a ver.
      • Consecuencias negativas: que cause algunos problemas importantes (dejar de hacer otras actividades, disminución de las relaciones sociales, problemas sexuales, etc.)
      • Negación o racionalización: intentar convencerse a sí mismo o a los demás que no es para tanto o que todo el mundo lo hace.
      • Falta de control: emplear más tiempo del que inicialmente se ha propuesto o acabar viendo porno a pesar de que no se quiere ver.

¿Cuáles son las consecuencias negativas de la adicción al porno?

Por un lado, el excesivo tiempo empleado en pensar en el porno, buscar y ver porno, hace que se dejen de realizar otras actividades relevantes  como tareas escolares, laborales, domésticas o sociales.  Pudiendo llegar a preferir ver porno a quedar con amigos y aislarse socialmente.

El visionado del porno de forma compulsiva puede llegar a no controlar los lugares donde se ve, por ejemplo, verlo en el trabajo, escuela, transportes públicos, donde ser descubierto puede resultar embarazoso. 

También  interfiere en la relación de pareja, ya que la pareja se puede enfadar y sentirse herida por el uso compulsivo e inadecuado del porno. 

Otra área que se ve gravemente afectada es en la respuesta sexual, ya que ver porno genera unas expectativas poco realistas de las relaciones sexuales, lo que llega a crear que experiencias sexuales habituales no sean satisfactorias. En la pornografía, se plantean relaciones sexuales poco realistas y habituales. Además la estimulación visual que provoca el porno afecta al deseo sexual porque puede llegar a anular las fantasías sexuales mentales. También, visionar pornografía va acompañada de masturbación lo lleva a tener menos ganas de mantener relaciones sexuales en pareja. 

Si crees que tienes problemas con la pornografía, en Perelló Psicólogos disponemos de profesionales que pueden ayudarte.  

Cita por skype

¿Prefieres que hablemos online?

Pide cita y hablemos por videoconferencia

×