La función del tatuaje en la terapia

La función del tatuaje en la terapia

Los primeros restos hallados de una persona con un tatuaje datan de hace 5.300 años, se encontró un cazador neolítico congelado a quien se le llamó Ötziy quien tenía la espalda y rodillas tatuadas. Parece que era una práctica realizada en diferentes culturas.

En la sociedad antigua eran símbolos de “esclavitud”, “mala vida” y delincuencia. En Roma, lo utilizaban para marcar a sus prisioneros, y por otro lado, los soldados se tatuaban el nombre de su unidad. El emperador Constantino prohibió dicha práctica puesto que creía que iba en contra de Dios.

No cabe duda que en la actualidad es una moda y es considerado un arte. Se lleva a cabo con mucha frecuencia, llegando a utilizarlo gran parte de la población sobre todo los jóvenes. Aunque resulta bastante común en todas las edades. El tatuaje no sólo cumple una función estética. También puede tener significados más profundos relacionados con factores psicológicos como subrayar la identidad, la identificación social o la rememoración de momentos felices o desafortunados.

El tatuaje puede representar vínculos afectivos y sociales, valores y creencias muy personales. Permite que la persona se defina a sí misma, genera vínculos de empatía, identidad y pertenencia, así como de distinción con otras personas.

Cada vez es más frecuente que las personas que vienen a terapia utilicen el tatuaje, de forma espontánea, relacionado con el problema que tienen. Por ejemplo, en procesos de duelo, tatuarse algo de la persona que han perdido, les sirve a los dolientes, según testimonios de los mismo, para “sentirse en contacto con la persona fallecida y que siempre la van a llevar con ellos”, una forma de “decirle que estamos bien”. Una madre decía que mediante el tatuaje sentía que seguía dando y recibiendo amor de su hijo. La persona dice que ver el tatuaje les reconforta y que les hace sentir que la persona va a seguir estando siempre con ellos.

En casos relacionados con el consumo de drogas, los clientes se tatúan algún tipo de señal que les recuerda su problema y que tienen que seguir alejados del consumo. Un cliente comentaba que no solo le recordaba su problema sino también su “compromiso” y le daba “fuerza” para seguir abstinente. Algunos comentan que al realizarse el tatuaje representa un antes y después de su conducta de consumo. Y también una forma de decirle a las personas allegadas su compromiso de cambio.

Es muy frecuente que algunos personas se hagan tatuajes haciendo referencia al contenido de la terapia y a formas de manejar sus emociones. Pueden contribuir a la defusión cognitiva ayudando a comprender la naturaleza de los pensamientos, no viéndolos como son realidades fijas que puedan dirigir su vida.

Otro ejemplo, pueden ser los tatuajes que hacen la función de metáfora sobre algún aspecto del proceso de la terapia. Una paciente del centro se tatuó una luna, porque según sus propias palabras “todos pasamos por fases”, que incluye unas flores porque “siempre crezco y aprendo en cada una de las etapas” y una estrella porque “siempre hay una pequeña luz”. De forma que le da un significado a su tatuaje que la conecta con su proceso de terapia y con todo lo aprendido.

Con todo esto vemos que el tatuaje puede tener algunas funciones positivas en la terapia: recordatorios, autoinstrucciones sobre cómo afrontar las emociones, defusión cognitiva, aceptación y cumplimiento de compromisos personales y con seres queridos. También expresan los sentimientos, los pensamientos y realzan la personalidad. Además, al quedar el tatuaje de forma permanente y verlo a diario en la piel, así como el dolor experimentado mientras se realiza, le da más firmeza desde un punto de vista psicológico al significado y mensaje del tatuaje.

Todo esto nos hace pensar que dentro de la terapia podemos guiar y orientar a la persona que decide realizarse un tatuaje con el motivo que le trae a terapia.

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