La soledad: cómo convertirla en tu aliada para el crecimiento personal

La soledad: cómo convertirla en tu aliada para el crecimiento personal

La habilidad de estar solo o sola es una lección poco mencionada, pero profundamente valiosa. Cuando nos enfrentamos a vivir la soledad aprendemos a lidiar con las tardes de domingo en solitario, los “lo siento, ya he quedado” de nuestros amigos, la incomodidad de pedir una mesa para uno, de ir al cine sin compañía o de ser la única persona sin pareja en una cena. Todo ello puede despertar en nosotros una sensación de falta, de abandono, que puede llevarnos por caminos de negación, ira, desamparo o victimismo.

El origen biológico y social del miedo a la soledad

El miedo a la soledad tiene raíces profundas en nuestra biología. El miedo es una de nuestras emociones más primitivas, diseñada para garantizar nuestra supervivencia. A pesar de que el mundo ha cambiado, partes de nuestro cerebro siguen funcionando de la misma manera que lo hacían en tiempos remotos. Hace miles de años, ser excluido de un grupo humano podía significar la muerte, pues enfrentarse a los peligros del mundo solo era una condena. De ahí que la soledad se asocie en nuestro cerebro con una amenaza vital. Su función primordial es protegernos y asegurarse de que sobrevivimos.

Este temor al aislamiento no desaparece al llegar a la adultez. Aunque ya no dependemos de un cuidador para nuestra supervivencia, el miedo al abandono sigue presente. Es el miedo más profundo y fundamental que enfrentamos, y está detrás de otros temores: al rechazo, a la crítica, a la insuficiencia. Esta ansiedad subyace a muchas de nuestras conductas y relaciones, ya sea con las parejas, los padres, los amigos, e incluso con el dinero, el estatus o el trabajo.

Asimismo, a lo largo de la historia, la sociedad ha otorgado gran importancia a las relaciones de pareja. Vivir en soledad o disfrutar de la compañía propia se consideraba, en muchas culturas, algo raro o antinatural. Aunque las perspectivas sociales han evolucionado, persisten vestigios de estas creencias. No tener pareja a cierta edad o disfrutar de la soledad sigue siendo visto, en muchos contextos, como algo negativo o inaceptable. Vivimos bajo reglas sociales no escritas que nos indican qué es “normal” y qué no lo es, lo que se espera de nosotros para ser admirados, aceptados o respetados.

El desafío de estar solo o sola

El verdadero desafío radica en aprender a enfrentar la ansiedad y el dolor que la soledad puede generar, en lugar de huir de ellos. Cuando llegamos a casa y no hay nadie, a menudo lo primero que hacemos es buscar distracciones como llamar a alguien o revisar las redes sociales. Es más fácil evadirnos y sumergirnos en el ruido exterior que enfrentarse a uno mismo y estar solo.

Es esencial entender que no toda soledad es negativa. Los momentos a solas pueden ser espacios de conexión profunda con nosotros mismos. Son tiempos para la reflexión, para la creatividad y para el crecimiento. No se trata de aislamiento, que es destructivo, sino de una soledad activa y enriquecedora que nos permite avanzar y desarrollarnos.

En conclusión, aunque somos seres sociales, muchas veces olvidamos lo crucial que es aprender a relacionarnos con nosotros mismos. Saber estar a solas y llenar nuestro tiempo de actividades que favorezcan nuestra salud física y emocional debería ser una prioridad.

Adaptado de: Congost, S. (2019). A solas. Barcelona: zenith.

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